Me encanta encontrar recetas que parezcan sencillas, casi humildes, pero que encierren tradición, sabor y versatilidad. Eso es lo que sentí al leer sobre Ugali un plato a base de harina de maíz y agua que, con muy pocos ingredientes —literalmente eso— se convierte en uno de los pilares de la comida en muchas partes de África.
Lo más atractivo de todo es lo práctico que es: hervís agua, vas incorporando poco a poco la harina de maíz mientras revolvés, hasta que la masa se espesa y se compacta en algo firme, manejable, casi como una polenta densa.
Luego lo servís al lado de guisos, vegetales, carnes o lo que tengas — pero él mismo ya es un acompañante contundente.
Además, me parece algo genial para esos días donde querés preparar algo nutritivo, simple y barato: la harina de maíz y agua — listo. No necesitas especias exóticas, ni condimentos raros, ni tiempo excesivo. Y si querés, podés ponerle tu toque: un poco de mantequilla, sal, unas verduras salteadas, carne, lo que tengas. Pero si no, el sabor neutro del Ugali permite que lo combinen con casi todo.
Por otro lado, su textura densa lo hace ideal para acompañar platos jugosos: podés usarlo para “mojar” salsas o estofados, un poco como un pan o una polenta firme.
Para mí, Ugali representa comida de casa, de pueblo, de tradición. Cuando lo pruebo, siento que no importa de dónde seas: estás compartiendo una idea universal: simpleza, hogar y sabor que llena. Si encontrás harina de maíz y te animás a probar algo distinto, esta receta vale totalmente la pena.
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